La foto que ponemos a continuación fue tomada en el pequeño campo de arándanos de Alejandro Pannunzio, ubicado en Colonia Ayuí, muy cerca de la ciudad de Concordia, en algún momento del invierno de 2018: allí se ve a dos personas comenzar con una tarea novedosa en ese lugar y mucho más en el agro argentino, que era cargar con un sustrato especial unos recipientes o baldes de plástico negro. Detrás se ven los cultivos convencionales.
Tres años después volvimos al establecimiento Berries del
Sol y vemos que lo que era apenas un ensayo se transformó en una siembra masiva
de arándanos en macetas o contenedores. Pannunzio, que es uno de los
especialistas en riego más importantes que tiene la Argentina (es docente
además de la Facultad de Agronomía de la UBA), decidió en medio de la pandemia
que este era un camino correcto: ir transformando buena parte de su plantación.
Del suelo a los contenedores.
A la par, respecto de estos pocos años que pasaron desde la primera visita de Bichos de Campo al lugar, el agrónomo también decidió ”techar” por completo sus 25 hectáreas para que la transformación del predio no fuera interrumpida por una tormenta de granizo ni ninguna otra contingencia. Es un placer ingresar ahora en este campo de avanzada en materia de producción frutícola, que además tiene dentro una planta de empaque, para que los arándanos salgan desde aquí directamente hacia los mercados más exigentes del mundo:
Mirá la entrevista con Alejandro Pannunzio:
-¿Cómo fue que arrancaste con tu propio proyecto
productivo?- le preguntamos a Pannunzio, que además últimamente despunta con la
tarea gremial en el sector, como presidente de APAMA, la asociación de
productores de arándanos de la Mesopotamia Argentina.
-En algún momento, después de asesorar mucho armando equipos
de riego, básicamente para fruticultura, se me ocurrió que podía sacarme el
gusto de hacer una plantación propia donde además de manejar el riego y la
fertilización pudiera manejar un cultivo. Porque quienes trabajamos en riego
siempre pensamos que el agua y la fertilización es un componente importante. Y
yo quería demostrarlo, quería hacerlo en una pequeña escala, para poder abarcar
todo el proceso productivo.
-Cuándo arrancaste, hace 15 años, supongo que tenías claro
qué hacer con el sistema de riego, pero jamás pensaste en esto de las macetas.
¿Hiciste plantaciones tradicionales, a la tierra y punto?
-En principio lo que pasó fue que, a pesar de tener en ese
momento muchísimos años de profesión trabajando en fruticultura, yo no tenía ni
idea de lo que era ser productor. Ser ingeniero agrónomo es mucho más fácil,
ser productor es mucho más difícil. Y bueno, después vi que en realidad para
poder manejar la fruta había que hacer un empaque. Después dije que para
mantener la calidad había que hacer la cadena de frío. O que para exportar a
Estados Unidos había que hacer un tratamiento cuarentenario. Y así, fue un
aprendizaje veloz en todos los terrenos, incluso en el comercial. Siempre pensé
que la integración vertical tenía que llegar lo más cerca del consumidor. Con
lo cual nos pusimos a buscar los clientes en el mundo. Así exportamos a países
bastante lejanos como Islandia, Lituania, Noruega. Fuimos el primer exportador
a China. Exportamos a Israel. Siempre me gustó mucho lo de llegar a destinos
así, lejanos y difíciles. A Suecia somos el primer exportador. O a Rusia.
Obviamente mandamos también a Europa y Estados Unidos y Canadá también.
Las plantaciones originales de Berries del Sol provenían sobre todo de la Universidad de la Florida, la principal usina proveedora de genética del cultivo a nivel global. Eran variedades que sobre todo apuntaban a distintos momentos de cosecha, como para estirar las posibilidades de contar con fruta durante varios meses y aprovechar la posibilidad de ofrecer arándanos primicia desde la Argentina.
Uno de los principales problemas que debió enfrentar Pannunzio en su rol de productor fue el elevado régimen de lluvias de la zona elegida, que supera con holgura los 1.000 milímetros anuales y a veces duplica esa oferta de lluvias. La cantidad de agua caída sobre las plantas puede crecer todavía más los días de mucho frío, porque se utilizan equipos de riego por aspersión para combatir las heladas.
“Entonces a los milímetros de lluvia le agregamos más agua. En promedio podemos tener para una variedad temprana 30 eventos de heladas, que pueden durar cinco, seis y hasta diez horas. Los equipos largan 3 milímetros por hora. Entonces si tenés un evento de diez horas son 30 milímetros. Multiplicado por 30 eventos, tenés 900 milímetros más”, calcula Pannunzio, que es un obsesivo y un estudioso de todos los detalles.
En una zona con una calidad de agua excelente, con los mejores equipos de riego disponibles y el mejor profesional a cargo, con suelos arenosos que ofrecen un muy buen drenaje, entonces el problema que comenzó a percibir este agrónomo era cómo manejar los excedentes de agua. Eso fue lo que lo llevó, en 2018, a probar con las primeras macetas.
Nada parece ser sencillo y lineal bajo la mirada de este profesor de riego de la FAUBA, que cuestionó desde el vamos el tamaño de las macetas. “Yo, desde mi formación de agrónomo, pensaba que se iba a necesitar mayor lugar, donde las raíces pudieran tener más confort. Y entonces, más allá de que el mayor volumen atentaba contra el costo, me pareció que iba a servir una maceta de mayor tamaño para que las plantas quedaran más estabilizadas, porque las plantas se ponen altas, se cargan de fruta, se pueden volcar las plantas”.
Pannunzio analizó todos los detalles, desde el tamaño que llegaban a alcanzar las raíces de las mejores plantas a campo hasta la velocidad de los vientos, y finalmente decidió mandar a fabricar sus propios contenedores de 70 litros de capacidad, el doble que la de los convencionales. Según su propia experiencia, “este sería un tamaño adecuado”, dijo. De todos modos, ya está revisando su propia experiencia, porque en un congreso reciente en Canadá alguien habló de contenedores de hasta 100 litros.
En este caso de Concordia, el diseño de las macetas incluyó establecer el lugar exacto donde los recipientes debían estar perforados, pera evitar la acumulación de agua. Los agujeritos se los hizo al costado y o debajo, como suele suceder.
Una de las razones para forzar ese cambio fue que en la plantación de macetas, Pannunzio pudo incrementar notablemente la densidad de plantas por hectárea, con lo cual los agujeros de las mangueras originales no coincidían con las macetas.
“Como a nosotros nos cuesta mucho cada metro cuadrado
techado y cada metro cuadrado de riego por aspersión para controlar heladas, la
idea es tener la mayor cantidad de plantas en la línea, pero a la vez hay que
dejar un pasillo ancho para que la máquina pueda pasar. Por un lado querés más
y por otro querés menos. Pero está claro que uno apunta a tener debajo de toda
esta estructura la mayor densidad que pueda”, explicó Alejandro.
La distancia entre contenedores, de todos modos, no siempre es la misma, porque cada variedad de arándanos tiene un crecimiento diferente.
En Berries del Sol más de la mitad de la superficie ya funciona con este sistema de macetas, que va ganando terreno a medida de que hay que renovar las plantas o cambiar de variedades de arándanos, para ir siguiendo las exigencias de los diversos mercados. Pannunzio, de todos modos, no piensa en cambiar todo por el nuevo sistema de contenedores, ya que hay zonas del campo excepcionales, donde las plantas rinden mucho mejor que en una maceta.
FUENTE: Bichos de Campo
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